Público disperso que divaga por el
espacio. Un móvil sonando. Se escucha el váter del baño de hombres. La lluvia
cae. Pasa una ambulancia. El teléfono de la recepción no para de sonar. Los
gritos de los alumnos jóvenes de danza que cambian de clase. El bip del ascensor.
Voces, charlas, comentarios (sobre mí, como si no estuviera ahí). Alguien me
saluda emocionado. Me toma fotos. Transita gente, se escuchan pasos. El chico
de seguridad explica lo que está ocurriendo. Un cable atravesado. La luz en mi
cara. Los curiosos que miran y un coro en el segundo piso ensayando. Todo esto escuche durante los 45 minutos que
estuve sentada en una bañera antigua mientras intentaba mantener la concentración
el pasado lunes durante una actuación en el vestíbulo del Institut del Teatre
en Barcelona.
Actuar en un lugar no convencional, aunque
muy interesante y divertido, a veces puede ser mucho más complicado que hacer
lo mismo en un teatro. Hacer espectáculos de calle o en espacios alternativos pide
quizá de otro tipo de energía. Estar concentrado en estas condiciones requiere
de un esfuerzo distinto. Pero, ¿con todos estos estímulos externos y
situaciones que ocurren, como se mantiene la concentración?
Yo me deje llevar por la necesidad que tenía
en ese momento de repasar el texto, de estar lista en mi posición de inicio y de
cantar en voz baja lo que después cantaría al empezar mi escena.
No quería perder mi concentración y lo que
unos minutos antes había descubierto respecto a mi personaje. Justo había
encontrado la esencia de lo que esta VACA SAGRADA (mi personaje) quería
transmitir. No quería que se fuera esa sensación que había experimentado. Temía
perderla. Quería guardar eso hasta empezar mi acto.
No repetía el texto o la canción por miedo
a equivocarme o a olvidar lo que tenía que decir o hacer. Me lo sabía perfectamente
y a pesar de eso, seguía repitiéndolo en mi cabeza. Lo decía de una forma y de
otra. Cantaba la canción y la volvía a cantar experimentando diferentes
sensaciones durante los 45 minutos que espere en escena antes de empezar.
Mantener la concentración en un espacio no
teatral también se vuelve complicado cuando tienes a un público tan cerca al
que le puedes leer en los ojos y en la cara los sentimientos que lleva
encima. Había personas que me escuchaban y miraban atentamente, que
participaban cuando les hablaba. Personas abiertas a dejarse sentir algo.
Algunas no me miraban a los ojos cuando me dirigía a ellas. Una en especial
nunca me miro pero si escucho con atención. (Al final de la actuación,
justamente ella se me acerco y me felicito por lo que hice). Algunas me sonreían
y se reían. Había alegría, duda, empatía, sorpresa...tantas emociones
reflejadas en el rostro del público que también podrían causar distracción. El público
sentado en un teatro también experimenta emociones pero la diferencia es que generalmente
no los tenemos tan cerca ni los miramos a los ojos.
No me costó mantenerme concentrada. Quizá podía
haber cortado un momento, levantarme de la bañera, salir o simplemente
desconectar del personaje y después volver. Otras veces lo he hecho y nunca hubo ningún
problema. Pero esta vez sentía la necesidad de estar conectada en todo momento
con la situación. Y así me mantuve. Sentía nervios, nervios emocionantes que
tengo siempre que voy a actuar. Esos nervios que me gusta sentir porque haré algo que me importa. Son nervios de ilusión y de emoción.
Pero, ¿que hice yo para mantenerme
concentrada y enfocada antes y durante mi actuación? En pocas palabras, relajarme y
disfrutar en la situación mientras jugaba con las palabras de mi personaje.
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