Monday, April 15, 2019

Cuestion de juicio




El domingo pasado tuve que desnudarme para un cortometraje que estoy realizando. Cuando el director me hizo la propuesta, hace unos meses, por instinto le dije que sí.  Después, cuando entro mi cabeza a racionalizar la situación, empecé a dudar y cuestionar todo. Pensé que mejor no debería hacerlo. No era algo que necesitara a nivel profesional, y empecé a justificar de mil maneras porque era una mala idea.  Pasaron los días y lo olvide. Lo guarde en un cajón porque sabía que faltaban muchos meses para que llegara el momento y que incluso quizá no llegaríamos a hacerlo.

Sin embargo, llego el día y el director me dijo que teníamos que grabar ya la escena del desnudo.  En ese momento me empezó a doler la barriga y me sentí nerviosa. Yo le decía: “si claro, tu dime cuando” mientras por mi cabeza pasaban todos mis miedos e inseguridades. “No estoy en forma, tengo que ponerme a dieta, las próximas 3 semanas nada de pan, más abdominales y un largo etc.  La realidad era que en 3 semanas no iba a cambiar mucho, sobretodo no iba a cambiar una percepción de mi misma de muchos años.  Y no, no hice dieta en estas 3 semanas.

Los días previos al rodaje me sentía tranquila.  En realidad no quise enfocarme mucho en eso porque sabía que me comería la cabeza con auto juicios.  Cuando se me cruzaba algún pensamiento negativo o de miedo simplemente me repetía a mí misma que esto era importante para mí como artista. Era una forma de liberación y de descontrol que me viene bastante bien.  Ahora se había presentado la oportunidad y lo tenía que hacer. 

Llego el día y estaba relajada.  Ya había tenido tiempo de auto-convencerme de que no es tan importante. Es un cuerpo desnudo y que el miedo que yo pudiera tener era solo una invención en mi cabeza.  Tenía ganas de enfrentar ese miedo. Me sentía con fuerza y hasta entusiasmada de hacerlo porque sabía que sería un reto superarlo.  Estaba completamente tranquila y.... sucedió algo. ¡Se me adelanto la regla!  Y pensé: “¡además de la incomodidad del desnudo ahora esto!” No es mi mejor momento para desnudarme.  En esos días me siento 3 veces más gorda, me duele la barriga y estoy aún más sensible a cualquier crítica o juicio. Por un momento me sentí nerviosa y agobiada. Llore, lo hable y me tranquilice.  Tampoco era tan grave pero la verdad es que en secreto quería que me llegara un mensaje del director diciéndome que el rodaje se pospondría para otro día.  Ese mensaje no llego.
Lo que llego fue el domingo de rodaje y empezamos la mañana grabando escenas en donde estaba vestida.  Estaba bien y contenta por estar actuando y grabando.  Me encanta el ambiente que se crea; las luces, la cámara, la escaleta, los técnicos, la acción. Sabia que la escena del desnudo la haríamos por la tarde e intente no pensar en ella ni estar preocupada por como seria.  Me concentre en lo que estaba haciendo y en estar en el presente. 

Después de la comida llego el momento.  Por supuesto que comí poco. Algo no habitual en mí. No quería que se me inflara aún más la barriga.  Aparte de eso me sentí tranquila. Yo misma me sorprendí de lo relajada que estaba. Pensé que iba a estar más nerviosa o asustada. O que me iba a costar más quitarme el albornoz.  La verdad es que no tenía otra opción.  Ya me había comprometido, es parte del personaje, de la historia y además soy una profesional. Ya no había escapatoria así que lo acepte y simplemente me concentre en el momento.  Escuche “preparados” y de repente me encontré desnuda, de pies a cabeza, frente a la cámara. 

La primera toma estaba tensa. Temblaba un poco, más de frío que por otra cosa.  Casi, no respiraba.  Quizá inconscientemente no quería inflar la barriga.  No quería que se me viera panza mientras estaba desnuda.  No me acuerdo haberlo pensado en ese momento pero cuando el director dijo “corte” sí que me di cuenta de que tenía los hombros arriba y mi respiración estaba algo contenida.  Me relaje, respire más profundo e hicimos otras tomas.  Continúe grabando con la intranquilidad y emoción del personaje. No estaba preocupada de mi cuerpo ni de lo que pensarían de mí. Estaba completamente interesada y concentrada en la acción y lo que tenía que hacer el personaje.  Estuve bastante tiempo desnuda porque había diferentes planos que tenía que grabar.  Sorprendentemente me sentía muy bien. Estaba presente. No había juicio. Me estaba divirtiendo en la incomodidad.

No sé el resultado. No lo veré hasta la finalización del corto y quizá ahí me volveré loca con mis propios juicios. Ya se verá. Por el momento, me alegra haber hecho este desnudo porque me doy cuenta que a pesar del miedo que le tenia, lo hice.
Aceptar que tenemos miedos es importante y el reto esta en que no nos limiten. La idea es lograr una sana convivencia con ellos.  .


Monday, April 1, 2019

El Tiempo



Nunca he sido muy buena con la espera.  Soy impaciente. Quiero que las cosas se hagan rápido y bien.  Cuando tenía 10 o 12 años me entro la idea de ser tenista profesional. Había una tenista muy famosa y yo quería ser como ella. Empecé con clases de tenis y un mes después lo deje.  Me salí porque no me convertí en una gran tenista como yo lo había imaginado.  No tuve la paciencia para trabajar en ello y además, en realidad, no era algo que me gustara tanto. 

Pasan los años y en algunos aspectos he aprendido a ser más paciente.  Por ejemplo cuando enseño. Entiendo que cada alumno tiene su propio ritmo, que cada uno necesita su propio tiempo de descubrimiento y que cada uno aprende en momentos y formas distintas.  Pero este proceso me cuesta aplicarlo a mi misma cuando los roles están invertidos.  Ahora que soy alumna de salsa me impaciento y quiero hacer todo muy bien en un abrir y cerrar de ojos.  Me empiezo a sentir ansiosa cuando las cosas no me salen como yo quiero.   Mejoro y claro que veo resultados pero a veces quisiera tener una varita mágica que me hiciera bailar como me veo en mi imaginación. 

¿Qué le diría mi yo profesora a mi yo alumna? Mi yo maestra es muy paciente cuando enseña. Mi yo alumna, muchas veces no lo es.  Mi yo en todo a veces piensa que es paciente y respira profundo cuando empieza a sentirse impaciente, pero en realidad no es una situación en donde esta relajada.
Sé que todos los procesos llevan tiempo, dedicación, práctica, entrega.  Lo sé, lo entiendo.  Soy testigo de ello, en muchos aspectos, y además lo veo con mis propios alumnos.  Pero cuando juego el otro rol,  a veces me impacienta ver como las manecillas del reloj avanzan más rápido que yo.   Tengo urgencia por bailar muy bien.  Siento que es una combinación de mi impaciencia natural unida con la realidad de no tener 20 años.  Es verdad que llevo bailando salsa 2 años y haciéndolo a diario, menos de 1.  Mi yo profesora no exigiría tanto a mis alumnos en tan corto tiempo.  Aun así, hay días que no me gusta la espera para mejorar y quiero hacerlo bien ya.  En ocasiones me impacienta el proceso.

Esta sensación me lleva a pensar que quizá lo que tengo que observar es la razón de porque estoy bailando. ¿Para qué lo hago? ¿Con que objetivo? ¿Cuál es el propósito?  ¿A dónde quiero llegar? ¿Qué es lo que quiero lograr? Mi primera pasión siempre fue la danza hasta que descubrí el teatro pero sé que quiero hacer las 2 cosas y hacerlas lo mejor posible. Quiero bailar porque me encanta.  No lo hago por obligación o por hobby. Es algo que necesito hacer. Pero a veces siento que me exijo mucho en un proceso de aprendizaje, que yo como profesora, entiende que lleva tiempo y paciencia. ¿Porque la exigencia? No voy a competir. No tengo en mente ser una bailarina famosa.  Sé que todo lo que hago me gusta hacerlo bien. Me gusta comprometerme con las cosas y hacerlo lo mejor posible.  Eso siempre ha sido así. 

Mientras escribo esto respiro y resuelvo mis propias dudas.  A nivel profesional me exijo porque quiero ser la mejor bailarina que yo pueda ser para sumar a mi actriz y ser una artista más completa.  Además,  para poder enseñar salsa, que es otro objetivo profesional, tengo que saber hacerlo bien yo en principio.
A nivel personal mi razón de bailar es principalmente porque me hace feliz.  Me motiva, me ilusiona, me alimenta el alma. Además, ahora  me gusta cada vez más lo que voy viendo cuando bailo frente al espejo.  Hay muchas cosas que tengo que aprender, trabajar y mejorar pero cada vez me gusta más, a mí misma, la forma en que bailo.

Debería escuchar mas a mi yo profesora decirme que voy por buen camino y que hay que tener paciencia. El reloj no se detiene y el lleva su propio ritmo e intentar alcanzarlo es prácticamente imposible. Así que, hacer lo posible, es más factible.  Lo posible: trabajar, practicar, divertirme, aprender, sumar, entender y aceptar mi proceso.  Lo imposible: detener el tiempo.

Sunday, February 17, 2019

Pausa en movimiento




Me siento triste. Siento una especie de nostalgia y ansiedad. Me siento impaciente y con poca tolerancia hacia las cosas. Quiero llorar. Estoy sensible a todo y a todos. Lloro. Siento agobio y necesidad de abrazos y apapachos.  Se que esto pasa porque lo he vivido antes pero  en estos momentos, cuando me siento así, vulnerable, impaciente, extremadamente sensible es cuando mi monstruo me ataca.  Mi inseguridad aumenta y empiezo a dudar de muchas cosas.  Siento la necesidad de aprobación; de que alguien me diga que lo estoy haciendo bien. De que las personas cercanas a mí me saquen de este auto ataque reafirmando que soy capaz de hacer las cosas. En este momento quiero escuchar que tengo talento, que soy buena actriz y bailarina. Necesito ese estimulo externo que me cuesta encontrar en mi misma en estos momentos de sensibilidad.  ¿Porque siento la necesidad de escucharlo de alguien más? ¿Porque me cuesta creer en mi misma en estos momentos de mas vulnerabilidad? 
En general me pasa cuando termino algún proyecto artístico o que me haya motivado mucho y no veo en puerta otro.  Me invade la duda de cuando será la próxima vez que estaré en un escenario.  Cuando no tengo algún proyecto definido en puerta, empiezo a cuestionarme muchas cosas.  Lloro, escribo, a veces lo hablo con alguien y se que después pasa.  Sin embargo, a veces creo que estos momentos son necesarios para mí. Es una especie de reafirmación de lo que quiero y lo que necesito en mi vida.  No quiero y no puedo estar sin el escenario, sin actuar, sin bailar.  Estoy segura que es lo que me hace feliz y cuando me siento triste, como ahora porque estoy en una especie de pausa, afirmo mi pasión hacia lo que quiero hacer.
Estar en pausa en realidad, es continuar en movimiento.  Sigo aprendiendo, disfrutando, formándome, creciendo, compartiendo y preparándome constantemente.   Pero es verdad que en un inicio la pausa me asusta y me provoca ansiedad.  El “no hacer nada” artístico me da miedo. Por suerte,  después de unas horas o unos días el miedo se transforma en motivación y me pongo a hacer cosas. Me concentro y pongo mi energía en que suceda lo que quiero que suceda.  Disfruto lo que hago en el presente, me enfoco en eso. Tengo motivaciones para crear, seguir aprendiendo y re-encuentro la seguridad en mi de que volveré a estar en el escenario
Quizá estos momentos de bajón emocional son una especie de auto limpieza.  Son momentos de reflexión que me ayudan a darme cuenta de lo que quiero y lo que necesito. Escribo estoy y me siento mejor. Lloro y me siento mejor.
Ahora pasa la tormenta y viene la calma. La pausa. Estar en pausa pero en movimiento. La pausa dramática es importantísima en escena y también lo es en la vida.

Monday, December 10, 2018

Movimiento



Libertad de movimiento

Estando en clase de salsa el viernes pasado, durante los pasos libres, me “equivoque” varias veces. Generalmente estoy muy consciente de los pasos y lo que hay que hacer porque así está marcado. Intento hacerlo lo mejor posible y me preocupo por hacer los pasos que tocan.  Sin embargo ese dia experimente algo que creo que tiene que ver con mi libertad de movimiento.  Ese día me ocurrió algo diferente.  Cuando me equivoque de paso tuve un instante en donde sentí libertad. En realidad fue el momento justo antes de equivocarme.  Estaba inspirada. Mi cuerpo ya empieza a recordar y asume más rápidamente este tipo de vocabulario.  Ya no pensaba en el paso siguiente. No sé si esto sea bueno o malo pero yo tuve una sensación muy bonita que incluso me hizo sonreír el error en lugar de castigarme.  Me equivoque porque mi cuerpo se sintió libre.  A momentos me deje llevar y entonces me salía otro paso.  No era porque no me supiera la coreografía era porque simplemente flui.  Surgió algo espontaneo que a mí misma me sorprendió y me hizo sonreír. Ante la cara de asombro del profesor por hacer un paso que no iba yo conteste: “es que me emocione”. Que bien sentir emoción cuando una baila! Fue una sensación como si flotara. Por un microsegundo no estuve en la sala de baile pero no deje de moverme ni de estar consiente de mi alrededor.  Escribo esto y parece que me acabo de fumar un porro. Pero no, supongo que esto es sentirse libre en el movimiento y si es esto, quiero sentirlo más y mas.

Precisión y limpieza

Mi error del viernes en clase consistió en un giro donde no iba pero lo hice en tiempo.  Fue un error preciso.
Siempre me ha gustado el movimiento estético y limpio pero no mecánico.  Hay bailarinas que me gustan mucho y no necesariamente son increíblemente precisas. Algunas si, juntan perfectamente los pies en los giros por ejemplo y otras no lo hacen del todo. Pero entonces, ¿hay que ser tan limpio en el movimiento? No sabría decir si las bailarinas de salsa que tengo como referencia son tan precisas o no.  Supongo que en algunos aspectos si pero lo que más me atrae de ellas es que su movimiento se ve “efortless” sin esfuerzo, ligero, libre, elegante, bonito, sensual, femenino, fuerte en ocasiones y con matices.  ¿Qué es entonces la precisión?  Quizá la precisión está en los detalles.  A mí me gusta trabajar en estos aspectos y a veces creo que le pongo demasiado énfasis desde un inicio.  Desde que empiezo a hacer el movimiento ya busco que sea preciso, perfecto, detallado.  Yo siento que siempre tengo que hacer las cosas limpias.  Incluso cuando lo estoy aprendiendo quiero que este preciso y me exijo demasiado sin dejar experimentar a mi cuerpo libremente.  Me doy cuenta que corto mi propia libertad de movimiento porque no me permito hacerlo sucio, descontrolado, no perfecto. El movimiento libre no es preciso es mas intuitivo, descontrolado y sucio. Las cosas se van limpiando después. Empiezo a creer que hay que dejar primero que fluya y permitir que surjan sus propios detalles y su propia perfección en lugar de darle al movimiento una precisión impuesta.
Hay que primero hacer el pastel y luego decorarlo.

Seguridad de movimiento

No estoy segura si para llegar a esa sensación que tuve el viernes pasado he tenido que hacer un esfuerzo mental de decirme a mí misma, “venga Mónica relájate, no pasa nada, deja que fluya” o si es el paso que viene después de ya sentirme algo segura en mi movimiento.  Ahora tengo más vocabulario de baile, lo practico todos los días, me siento más cómoda con lo que puede hacer mi cuerpo y confío más en él.  No estoy tan pendiente de ir contando la música. En ocasiones me doy cuenta que estoy contando mentalmente pero muchas veces ya no lo hago, o no lo hago de una manera consciente. Mi cuerpo se siente más seguro con esta música.
La seguridad de movimiento en realidad creo que tiene que ver con la seguridad en uno mismo. En saber que puedes hacer las cosas porque lo has practicado, porque has ensayado, porque lo sabes hacer.  Si tienes esta seguridad y confías en lo que tu cuerpo puede hacer, con unas bases técnicas ya aprendidas, entonces te sientes libre.  ¿Pero claro, como adquirir esta seguridad? Supongo que depende de cada uno y del tiempo que le dediques, de horas de ensayo, de horas de clase, de escuchar música etc... Yo se que me siento más segura bailando en una velocidad moderada con tendencia a la lentitud porque siento que tengo más tiempo para controlar mi movimiento....es mi zona cómoda en donde puedo ser precisa pero creo que no necesariamente libre porque estoy pendiente de cosas. Hay tiempo para que entre el pensamiento y apague el flujo del instinto.  Yo creo que el movimiento lento es mi zona de confort pero no se si es donde me siento más libre.  Quiero sentirme segura y libre moviéndome a cualquier velocidad.  Quiero sentir esa sensación que tuve el viernes pasado y quiero que se repita muchas veces.  Quiero sentir esa libertad sin pensamiento que a la vez de la seguridad y limpieza a mi baile.

Sunday, December 9, 2018

Mi necesidad




Estaba muy contenta. Me sentí feliz por haber logrado presentar el espectáculo.  Me sentí satisfecha y emocionada. Tenía mucha adrenalina y energía. Quería seguir. Hacerlo una y otra vez. Me gusta mucho tener esa emoción.  Me gusta la sensación que tengo al actuar y después de actuar.  Siento la necesidad de estar en el escenario más tiempo. De hacerlo de nuevo, de repetirlo.  Después de actuar o bailar o cantar en un espectáculo no puedo dormir, me da insomnio.  Es como si me hubiera tomado muchas bebidas energéticas después de las 7 de la tarde.  Me siento entusiasmada, feliz, alegre, con poder, con confianza, con seguridad...me rio, sonrío, me siento viva.  Es como si me inyectara algún tipo de droga.  Esta sensación me dura unos días y después viene el bajón. Me invade una especie de nostalgia. Un poco de tristeza porque ya se ha acabado y no sé cuándo lo podre hacer de nuevo. Porque las artes escénicas son así, efímeras.   Después de unos días me calmo y me siento motivada para hacer todo lo necesario para volver a actuar y bailar frente a un público.  El escenario es mi única adicción.  Una adicción que no siempre es fácil de llevar.

El proceso para llegar a presentar un espectáculo en un escenario puede ser bastante complicado.  En 4 meses de residencia artística y un año de investigación, hubo contratiempos, altibajos, desmotivaciones, enfados.  Muchas veces estuve a punto de tirar la toalla y cancelar el proyecto. No creía que mi compañera tuviera las mismas ganas que yo y yo misma empecé a perder la motivación para hacerlo. Quería sacar el proyecto adelante pero me empezaban a faltar ganas.  No veía forma por ningún lado. No quería ensayar, ni pensar en el proyecto.  Pero si sabía que quería presentarlo al público y volver a experimentar las emociones que me gusta sentir cuando estoy en escena.  Esta necesidad me hizo que a pesar de todas las dificultades siguiera adelante. Una semana antes de la fecha de estreno me sentía nerviosa. Sentía agobio y estrés.  No creía que llegaríamos a tener algo “decente, suficiente, bueno” para enseñar al público.  Sentía que aún nos faltaba tiempo de ensayo y horas de preparación aunque en realidad siempre tengo esa sensación de que falta tiempo para mejorar un proyecto. Además, los obstáculos no se terminaron en el proceso de creación.  La última semana antes de estrenar me enferme, perdí la voz.   Tenía miedo de no recuperarla para el día del estreno y eso me hacía estresarme y preocuparme aún más.  Por suerte, hago teatro físico y no tenía que hablar durante la obra pero si tenía que emitir sonidos y cantar una canción de la cual me sentía muy orgullosa y tenía muchas ganas de interpretar. El hecho de actuar sin voz me recordó a una vez que cante, casi afónica, con el Ensamble de Percusión WAMAZO en un concierto donde yo era la voz principal. La situación era distinta. Ahí tenía que cantar en el Festival Internacional de Música de Chetumal durante una hora. Esta vez, cantaría 2 minutos y no había necesidad de hablar en el resto del espectáculo.  Sin embargo sentí que la falta del habla me limitaba.

Fue curioso sentir esto porque desde hace ya varios años me dedico prácticamente al teatro físico y muchas veces he hecho todo un espectáculo sin hablar o en donde tengo que hablar poco.  Pero esta vez lo sentí diferente.  Es una sensación extraña el querer hablar y no poder. O el intentar que te escuchen y no poder subir el volumen.  O escuchar el sonido de tu voz como si fuera el de otra persona.   No tenía que hablar en el espectáculo pero aun así mientras me preparaba antes de actuar sentí que la voz me hacía falta.  Es una parte muy importante de nosotros y aunque yo he trabajado en el lenguaje no verbal mucho tiempo, el ser consciente de que no podía usar mi voz me provoco una sensación de añoranza.  Yo percibía algo curioso. Como si hubiera un silencio interior. Como si hubiera aumentado mi capacidad de escucharme a mí misma.  

Antes del espectáculo hice mi rutina de concentración y calentamiento.  Me recuesto sobre el suelo, respiro, estiro, hago ejercicios físicos y siempre hago ejercicios de vocalización y solfeo que hacia cuando estudiaba música. Por alguna razón cantar notas me relaja y me ayuda a concentrarme. Escuchar mi propia voz haciendo escalas me tranquiliza y he encontrado que es una forma de meditación para mí misma.  Mi propio ritual. Hay gente que hace yoga o tai chi para concentrarse y como forma de meditación. Yo, solfeo. Pero, esta vez no podía hacerlo. No podía calentar la voz ni subir y bajar las notas de una escala como lo hago siempre.  Esta vez respire y me decía internamente “luz a mi cuerpo y a mi voz”. Pensaba en amarillo y en atraer luz para iluminarme y repetía “luz a mi cuerpo y a mi voz” mientras me daba un pequeño masaje en el pecho y en la garganta. Sentí que solo tenía que dejar que las cosas fluyeran y confiar en mis conocimientos, preparación y experiencia.

Continúe preparándome. Camino por el espacio escénico de un lugar a otro.  Toso a ratos, tomo agua, nebulizaciones de propóleo y continuo en movimiento.  Estoy preparada y lista para empezar.  Estoy ya en escena mientras el público entra. Los nervios emocionantes y de ilusión aumentan al escuchar sus voces y sentir su presencia.    Pasados 35 o 40 minutos llega la escena del mar. El foco esta sobre mí y empieza la canción Náhuatl. Canto. Si, logro cantar. Yo misma me sorprendí porque me salía más voz de la que esperaba.  No era la de siempre, a la que ya estoy acostumbrada, pero aun así era mi voz. Sonreí internamente y continúe cantando con la emoción que me produce esta canción.  Se aparecieron otros obstáculos. Tuvimos problemas inesperados y los resolvimos. Hay poco tiempo y no se puede pensar mucho. Hay que actuar rápido. Tomar decisiones e ir a la acción.

Los 50 minutos que dura el espectáculo pasaron muy rápido. Yo tenía la sensación de haber hecho 10.  Fue muy divertido y emocionante y el espectáculo parece que fue un éxito. A la gente le gustó mucho. Hubo un pequeño coloquio al terminar la presentación y al principio nadie preguntaba ni comentaba nada. Nadie se movía de su asiento aunque se había anunciado que no era necesario quedarse y que se podían ir en cualquier momento. Fue curioso. Nadie se levantaba y solamente nos miraban. Parecía que todos esperaban algo. ¡Por fin, alguien se animó a decir algo!  Nos dieron muy buenos comentarios y feedback.  Nos preguntaron sobre el tiempo que ensayamos y sobre la canción que cante. Lo demás fueron agradecimientos y felicitaciones. Les gustó la idea; las luces, las imágenes, los monstruos marinos, la pelea en cámara lenta, los pájaros, el avestruz, los íbices, el guepardo. Les gusto la interpretación de los animales sin cliché.  Les gusto el mensaje; el plástico, el hielo, el clima.

Mientras termino de escribir esto sigo con energía y muy contenta con el resultado. Quiero continuar trabajando en este proyecto. Mejorarlo, desarrollarlo y presentarlo en festivales y en muchos lugares.  Quiero volver al escenario.
A pesar de las dificultades antes y durante la creación de un espectáculo propio; el estrés, la falta de tiempo, obstáculos, discusiones, discrepancias, enfermedades, miedos, dudas etc...lo que siento en el proceso de creación, cuando estoy en un escenario y cuando termino una actuación no lo quiero cambiar por nada.  Quiero seguir haciendo teatro.  Quiero actuar, bailar, cantar.  Es mi necesidad.

Soy Mónica Ixchel y soy adicta al escenario.


Thursday, November 22, 2018

El defecto de la perfeccion




Me siento agobiada. La sensación me asfixia y lloro. Se acelera mi corazón y a veces siento que no puedo respirar. Esto me pasa en ocasiones y aunque salgo de ese estado, relativamente rápido, no me gusta estar en él.  Le doy vueltas a los pensamientos en mi cabeza y consigo agobiarme aún más. Siento una presión en el pecho que necesito sacar...entonces lloro.

Me ocurre cuando estoy estresada y cansada. La mezcla de las 2 cosas me produce una especie de ansiedad. Lloro un rato y hablo conmigo misma.  Si no tengo a nadie cercano para contarle lo que siento entonces lo digo en voz alta con la voz quebrada y entre lágrimas. Me ayuda escuchar mi propia voz fuera de mi cabeza porque es como si me lo estuviera diciendo mi otro yo a mí misma. Eso me tranquiliza.  De repente me distraigo haciendo otra cosa pero enseguida la sensación regresa y empieza el ciclo otra vez.

¿Pero porque me siento estresada? Ahora mismo me preocupa el espectáculo de teatro que haré la próxima semana. De hecho intento no preocuparme y relajarme al respecto pero hoy, justo hoy, me cuesta.  Quiero que salgan las cosas perfectas.  Me siento presionada. ¿Por quién? Por mi misma.  Pongo una carga sobre mis hombros que, a momentos, es insoportable. Quiero contarle a alguien, expresarlo, sacarlo de mí. Pero en realidad lo que necesito es estar sola.  Necesito hacer las paces conmigo misma. Necesito decirme que no es necesario ser perfecto.  Me lo repito todo el tiempo. “No es tan importante. No te preocupes.  Si no sale bien no hay problema.” 
La verdad es que el querer hacer las cosas perfectas me molesta pero a la vez me molesta no hacer las cosas bien.  A veces quisiera que no me importara tanto y que en los momentos cuando me siento así, mi cuerpo y mi cabeza dejaran mis miedos de lado.  Me atacan los monstruos de mi inseguridad y empiezo a dudar. Tengo miedo a ser aburrida, gris, o sosa en escena y quiero hacer todo muy bien; actuar, bailar, cantar. Sin embargo querer llegar a esa perfección artística me bloquea.  Sé que lo perfecto aburre y si creo en que hay que hacer las cosas lo mejor posible pero hasta que punto hay que presionarse uno mismo. ¿Cómo encuentro el equilibrio entre querer y hacer las cosas bien sin llegar a agobiarme por ser perfecta?

Voy aceptando la imperfección un poquito cada vez pero es verdad que a ratos, como en el que me siento ahora mismo, la idea de controlar, de querer que salga todo perfecto por el miedo al que pensaran, al juicio, a las expectativas etc... Vuelve a agobiarme.

Mientras escribo esto me empiezo a sentir más tranquila. Ahora respiro.
Dejo de sentir mi propia presión en el pecho  y empiezo a dejar de llorar. Me relajo, me pongo de pie y me miro al espejo.


Wednesday, November 7, 2018

Concentración


Público disperso que divaga por el espacio. Un móvil sonando. Se escucha el váter del baño de hombres. La lluvia cae. Pasa una ambulancia. El teléfono de la recepción no para de sonar. Los gritos de los alumnos jóvenes de danza que cambian de clase. El bip del ascensor. Voces, charlas, comentarios (sobre mí, como si no estuviera ahí). Alguien me saluda emocionado. Me toma fotos. Transita gente, se escuchan pasos. El chico de seguridad explica lo que está ocurriendo. Un cable atravesado. La luz en mi cara. Los curiosos que miran y un coro en el segundo piso ensayando.  Todo esto escuche durante los 45 minutos que estuve sentada en una bañera antigua mientras intentaba mantener la concentración el pasado lunes durante una actuación en el vestíbulo del Institut del Teatre en Barcelona.

Actuar en un lugar no convencional, aunque muy interesante y divertido, a veces puede ser mucho más complicado que hacer lo mismo en un teatro. Hacer espectáculos de calle o en espacios alternativos pide quizá de otro tipo de energía. Estar concentrado en estas condiciones requiere de un esfuerzo distinto. Pero, ¿con todos estos estímulos externos y situaciones que ocurren, como se mantiene la concentración?

Yo me deje llevar por la necesidad que tenía en ese momento de repasar el texto, de estar lista en mi posición de inicio y de cantar en voz baja lo que después cantaría al empezar mi escena. 
No quería perder mi concentración y lo que unos minutos antes había descubierto respecto a mi personaje. Justo había encontrado la esencia de lo que esta VACA SAGRADA (mi personaje) quería transmitir. No quería que se fuera esa sensación que había experimentado. Temía perderla. Quería guardar eso hasta empezar mi acto. 

No repetía el texto o la canción por miedo a equivocarme o a olvidar lo que tenía que decir o hacer. Me lo sabía perfectamente y a pesar de eso, seguía repitiéndolo en mi cabeza. Lo decía de una forma y de otra. Cantaba la canción y la volvía a cantar experimentando diferentes sensaciones durante los 45 minutos que espere en escena antes de empezar. 

Mantener la concentración en un espacio no teatral también se vuelve complicado cuando tienes a un público tan cerca al que le puedes leer en los ojos y en la cara los sentimientos que lleva encima.  Había personas que me escuchaban y miraban atentamente, que participaban cuando les hablaba. Personas abiertas a dejarse sentir algo.  Algunas no me miraban a los ojos cuando me dirigía a ellas. Una en especial nunca me miro pero si escucho con atención. (Al final de la actuación, justamente ella se me acerco y me felicito por lo que hice). Algunas me sonreían y se reían. Había alegría, duda, empatía, sorpresa...tantas emociones reflejadas en el rostro del público que también podrían causar distracción. El público sentado en un teatro también experimenta emociones pero la diferencia es que generalmente no los tenemos tan cerca ni los miramos a los ojos. 
No me costó mantenerme concentrada. Quizá podía haber cortado un momento, levantarme de la bañera, salir o simplemente desconectar del personaje y después volver.  Otras veces lo he hecho y nunca hubo ningún problema. Pero esta vez sentía la necesidad de estar conectada en todo momento con la situación. Y así me mantuve. Sentía nervios, nervios emocionantes que tengo siempre que voy a actuar. Esos nervios que me gusta sentir porque haré algo que me importa. Son nervios de ilusión y de emoción.

Pero, ¿que hice yo para mantenerme concentrada y enfocada antes y durante mi actuación? En pocas palabras, relajarme y disfrutar en la situación mientras jugaba con las palabras de mi personaje.