Estaba muy contenta. Me sentí feliz por haber logrado
presentar el espectáculo. Me sentí
satisfecha y emocionada. Tenía mucha adrenalina y energía. Quería seguir.
Hacerlo una y otra vez. Me gusta mucho tener esa emoción. Me gusta la sensación que tengo al actuar y
después de actuar. Siento la necesidad de
estar en el escenario más tiempo. De hacerlo de nuevo, de repetirlo. Después de actuar o bailar o cantar en un
espectáculo no puedo dormir, me da insomnio. Es como si me hubiera tomado muchas bebidas
energéticas después de las 7 de la tarde.
Me siento entusiasmada, feliz, alegre, con poder, con confianza, con
seguridad...me rio, sonrío, me siento viva.
Es como si me inyectara algún tipo de droga. Esta sensación me dura unos días y después
viene el bajón. Me invade una especie de nostalgia. Un poco de tristeza porque
ya se ha acabado y no sé cuándo lo podre hacer de nuevo. Porque las artes
escénicas son así, efímeras. Después de
unos días me calmo y me siento motivada para hacer todo lo necesario para volver
a actuar y bailar frente a un público. El
escenario es mi única adicción. Una adicción
que no siempre es fácil de llevar.
El proceso para llegar a presentar un espectáculo en un
escenario puede ser bastante complicado.
En 4 meses de residencia artística y un año de investigación, hubo
contratiempos, altibajos, desmotivaciones, enfados. Muchas veces estuve a punto de tirar la
toalla y cancelar el proyecto. No creía que mi compañera tuviera las mismas
ganas que yo y yo misma empecé a perder la motivación para hacerlo. Quería sacar
el proyecto adelante pero me empezaban a faltar ganas. No veía forma por ningún lado. No quería
ensayar, ni pensar en el proyecto. Pero si
sabía que quería presentarlo al público y volver a experimentar las emociones
que me gusta sentir cuando estoy en escena.
Esta necesidad me hizo que a pesar de todas las dificultades siguiera
adelante. Una semana antes de la fecha de estreno me sentía nerviosa. Sentía agobio
y estrés. No creía que llegaríamos a
tener algo “decente, suficiente, bueno” para enseñar al público. Sentía que aún nos faltaba tiempo de ensayo y
horas de preparación aunque en realidad siempre tengo esa sensación de que
falta tiempo para mejorar un proyecto. Además, los obstáculos no se terminaron
en el proceso de creación. La última
semana antes de estrenar me enferme, perdí la voz. Tenía miedo de no recuperarla para el día
del estreno y eso me hacía estresarme y preocuparme aún más. Por suerte, hago teatro físico y no tenía que
hablar durante la obra pero si tenía que emitir sonidos y cantar una canción de
la cual me sentía muy orgullosa y tenía muchas ganas de interpretar. El hecho
de actuar sin voz me recordó a una vez que cante, casi afónica, con el Ensamble
de Percusión WAMAZO en un concierto donde yo era la voz principal. La situación
era distinta. Ahí tenía que cantar en el Festival Internacional de Música de
Chetumal durante una hora. Esta vez, cantaría 2 minutos y no había necesidad de
hablar en el resto del espectáculo. Sin
embargo sentí que la falta del habla me limitaba.
Fue curioso sentir esto porque desde hace ya varios años me
dedico prácticamente al teatro físico y muchas veces he hecho todo un
espectáculo sin hablar o en donde tengo que hablar poco. Pero esta vez lo sentí diferente. Es una sensación extraña el querer hablar y no
poder. O el intentar que te escuchen y no poder subir el volumen. O escuchar el sonido de tu voz como si fuera
el de otra persona. No tenía que hablar
en el espectáculo pero aun así mientras me preparaba antes de actuar sentí que la
voz me hacía falta. Es una parte muy
importante de nosotros y aunque yo he trabajado en el lenguaje no verbal mucho
tiempo, el ser consciente de que no podía usar mi voz me provoco una sensación
de añoranza. Yo percibía algo curioso. Como
si hubiera un silencio interior. Como si hubiera aumentado mi capacidad de
escucharme a mí misma.
Antes del
espectáculo hice mi rutina de concentración y calentamiento. Me recuesto sobre el suelo, respiro, estiro,
hago ejercicios físicos y siempre hago ejercicios de vocalización y solfeo que
hacia cuando estudiaba música. Por alguna razón cantar notas me relaja y me
ayuda a concentrarme. Escuchar mi propia voz haciendo escalas me tranquiliza y he
encontrado que es una forma de meditación para mí misma. Mi propio ritual. Hay gente que hace yoga o
tai chi para concentrarse y como forma de meditación. Yo, solfeo. Pero, esta
vez no podía hacerlo. No podía calentar la voz ni subir y bajar las notas de
una escala como lo hago siempre. Esta
vez respire y me decía internamente “luz a mi cuerpo y a mi voz”. Pensaba en
amarillo y en atraer luz para iluminarme y repetía “luz a mi cuerpo y a mi voz”
mientras me daba un pequeño masaje en el pecho y en la garganta. Sentí que solo
tenía que dejar que las cosas fluyeran y confiar en mis conocimientos,
preparación y experiencia.
Continúe preparándome. Camino por el espacio escénico de un
lugar a otro. Toso a ratos, tomo agua,
nebulizaciones de propóleo y continuo en movimiento. Estoy preparada y lista para empezar. Estoy ya en escena mientras el público entra.
Los nervios emocionantes y de ilusión aumentan al escuchar sus voces y sentir
su presencia. Pasados 35 o 40 minutos
llega la escena del mar. El foco esta sobre mí y empieza la canción Náhuatl.
Canto. Si, logro cantar. Yo misma me sorprendí porque me salía más voz de la
que esperaba. No era la de siempre, a la
que ya estoy acostumbrada, pero aun así era mi voz. Sonreí internamente y
continúe cantando con la emoción que me produce esta canción. Se aparecieron otros obstáculos. Tuvimos
problemas inesperados y los resolvimos. Hay poco tiempo y no se puede pensar
mucho. Hay que actuar rápido. Tomar decisiones e ir a la acción.
Los 50 minutos que dura el espectáculo pasaron muy rápido. Yo
tenía la sensación de haber hecho 10.
Fue muy divertido y emocionante y el espectáculo parece que fue un
éxito. A la gente le gustó mucho. Hubo un pequeño coloquio al terminar la
presentación y al principio nadie preguntaba ni comentaba nada. Nadie se movía
de su asiento aunque se había anunciado que no era necesario quedarse y que se
podían ir en cualquier momento. Fue curioso. Nadie se levantaba y solamente nos
miraban. Parecía que todos esperaban algo. ¡Por fin, alguien se animó a decir
algo! Nos dieron muy buenos comentarios
y feedback. Nos preguntaron sobre el
tiempo que ensayamos y sobre la canción que cante. Lo demás fueron
agradecimientos y felicitaciones. Les gustó la idea; las luces, las imágenes,
los monstruos marinos, la pelea en cámara lenta, los pájaros, el avestruz, los
íbices, el guepardo. Les gusto la interpretación de los animales sin cliché. Les gusto el mensaje; el plástico, el hielo,
el clima.
Mientras termino de escribir esto sigo con energía y muy
contenta con el resultado. Quiero continuar trabajando en este proyecto. Mejorarlo,
desarrollarlo y presentarlo en festivales y en muchos lugares. Quiero volver al escenario.
A pesar de las dificultades antes y durante la creación de un
espectáculo propio; el estrés, la falta de tiempo, obstáculos, discusiones,
discrepancias, enfermedades, miedos, dudas etc...lo que siento en el proceso de
creación, cuando estoy en un escenario y cuando termino una actuación no lo
quiero cambiar por nada. Quiero seguir
haciendo teatro. Quiero actuar, bailar, cantar.
Es mi necesidad.
Soy Mónica Ixchel y soy adicta al escenario.
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