Nunca he sido muy buena con la
espera. Soy impaciente. Quiero que las
cosas se hagan rápido y bien. Cuando tenía
10 o 12 años me entro la idea de ser tenista profesional. Había una tenista muy
famosa y yo quería ser como ella. Empecé con clases de tenis y un mes después
lo deje. Me salí porque no me convertí
en una gran tenista como yo lo había imaginado.
No tuve la paciencia para trabajar en ello y además, en realidad, no era
algo que me gustara tanto.
Pasan los años y en algunos
aspectos he aprendido a ser más paciente.
Por ejemplo cuando enseño. Entiendo que cada alumno tiene su propio
ritmo, que cada uno necesita su propio tiempo de descubrimiento y que cada uno
aprende en momentos y formas distintas. Pero
este proceso me cuesta aplicarlo a mi misma cuando los roles están invertidos. Ahora que soy alumna de salsa me impaciento y quiero
hacer todo muy bien en un abrir y cerrar de ojos. Me empiezo a sentir ansiosa cuando las cosas
no me salen como yo quiero. Mejoro y
claro que veo resultados pero a veces quisiera tener una varita mágica que me
hiciera bailar como me veo en mi imaginación.
¿Qué le diría mi yo profesora a
mi yo alumna? Mi yo maestra es muy paciente cuando enseña. Mi yo alumna, muchas
veces no lo es. Mi yo en todo a veces
piensa que es paciente y respira profundo cuando empieza a sentirse impaciente,
pero en realidad no es una situación en donde esta relajada.
Sé que todos los procesos llevan
tiempo, dedicación, práctica, entrega. Lo sé, lo entiendo. Soy testigo de ello, en muchos aspectos, y además
lo veo con mis propios alumnos. Pero
cuando juego el otro rol, a veces me
impacienta ver como las manecillas del reloj avanzan más rápido que yo. Tengo urgencia por bailar muy bien. Siento que es una combinación de mi
impaciencia natural unida con la realidad de no tener 20 años. Es verdad que llevo bailando salsa 2 años y haciéndolo
a diario, menos de 1. Mi yo profesora no
exigiría tanto a mis alumnos en tan corto tiempo. Aun así, hay días que no me gusta la espera
para mejorar y quiero hacerlo bien ya.
En ocasiones me impacienta el proceso.
Esta sensación me lleva a pensar
que quizá lo que tengo que observar es la razón de porque estoy bailando. ¿Para
qué lo hago? ¿Con que objetivo? ¿Cuál es el propósito? ¿A dónde quiero llegar? ¿Qué es lo que quiero
lograr? Mi primera pasión siempre fue la danza hasta que descubrí el teatro
pero sé que quiero hacer las 2 cosas y hacerlas lo mejor posible. Quiero bailar
porque me encanta. No lo hago por obligación
o por hobby. Es algo que necesito hacer. Pero a veces siento que me exijo mucho
en un proceso de aprendizaje, que yo como profesora, entiende que lleva tiempo
y paciencia. ¿Porque la exigencia? No voy a competir. No tengo en mente ser una
bailarina famosa. Sé que todo lo que
hago me gusta hacerlo bien. Me gusta comprometerme con las cosas y hacerlo lo
mejor posible. Eso siempre ha sido así.
Mientras escribo esto respiro y
resuelvo mis propias dudas. A nivel
profesional me exijo porque quiero ser la mejor bailarina que yo pueda ser para
sumar a mi actriz y ser una artista más completa. Además, para poder enseñar salsa, que es otro objetivo
profesional, tengo que saber hacerlo bien yo en principio.
A nivel personal mi razón de
bailar es principalmente porque me hace feliz. Me motiva, me ilusiona, me alimenta el alma. Además,
ahora me gusta cada vez más lo que voy
viendo cuando bailo frente al espejo. Hay
muchas cosas que tengo que aprender, trabajar y mejorar pero cada vez me gusta más,
a mí misma, la forma en que bailo.
Debería escuchar mas a mi yo
profesora decirme que voy por buen camino y que hay que tener paciencia. El
reloj no se detiene y el lleva su propio ritmo e intentar alcanzarlo es prácticamente imposible. Así que, hacer lo posible, es más factible. Lo posible: trabajar, practicar, divertirme,
aprender, sumar, entender y aceptar mi proceso.
Lo imposible: detener el tiempo.
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